por F. Paredes | 26 Feb, 2018 | Padres
Es tan frustrante el comportamiento que a veces se quitan las ganas de seguir adelante.
Son tan desesperantes los retrocesos en el aprendizaje y tan desconcertantes que solo tienes ganas de llorar.
Es tan complicado llegar a entender determinadas conductas, que solo quieres que termine el día y esperar que mañana sea un poco mejor.
Es tan alarmante que no te entienda, que tienes ganas de correr e irte lejos muy lejos.
Es tan desconcertante, que piensas que no saldréis adelante ni tú ni él.
Es tan penoso, que piensas que no hay razones para continuar y deseas que la partida termine aunque vayas perdiendo todas tus fichas.
Es tan duro, que tienes la certeza de que no acabarás la carrera y que te da igual la misma pues no sabes nunca dónde está la meta.
Es tan doloroso, que te acostumbras a desayunar leche con dolor y cenar huevos fritos con frustración.
Es todo tan difuso, que ya no ves más que niebla en los días soleados y los días fríos te dan igual.
Es todo tan dudoso, que ya no crees en ti mismo y no metes ni una ficha en la ruleta de tu vida apostando por ti.
Es tan cansado, que prefieres no hablar con nadie y quedarte solo en el barro de tus miserias y beber tus batidos preferidos de pensamientos negativos.
Pero cuando solo ves noche y cuando sabes que el sol ya no visitará tu hogar aparece un principio general que derrumba todos los principios anteriores y te llena de fuerza, porque sabes que él te necesita.
Ese principio es simple y está ahí desde el comienzo de los tiempos: es tu hijo y es lo que más quieres en este mundo… entonces te levantas y sigues. No te queda más remedio. Porque sabes que él te necesita a tu lado. Así de simple.
-Reflexiones de una persona con autismo.
Fotografía: David Martín
por F. Paredes | 22 Feb, 2018 | Lucas habla
Conmigo la paciencia se viste de blanco y te espera en el altar para que te cases con ella.
Mi condición es la repetición sistemática de todo tipo de comportamientos y conductas. Hago siempre lo mismo, aunque esto te ocasione molestias.
NO lo puedo evitar y aunque no es la maldad lo que me mueve, comprendo que puedo llegar a sacarte de quicio.
Ante este panorama lo único que te pido es paciencia. Puedo beberme tu agua siempre que te vea o puedo intentar coger tu comida cada vez que tenga hambre y lo haré siempre.
NO me juzgues y lo más importante, no juzgues a mi familia, pues tiene la tarea heroica de modificar conductas socialmente no aceptadas. Y, querido amigo, modificar conductas es una de las cosas más difíciles que hay.
Ten en cuenta que mis principios no son los tuyos y que yo vea comida y tenga hambre enciende mi cerebro con una voz interior que me dice: “cógela”.
El planteamiento no es dejarme hacer lo que quiera, pues si cada uno hiciéramos lo que deseáramos sería imposible la convivencia entre nosotros.
La cuestión fundamental es: ¡enséñame por favor!, pero enséñame desde la paciencia, sabiendo de antemano que me tendrás que decir un millón de veces que no puedo coger una chuche del suelo y comérmela aunque me lo diga mi voz anterior.
Aprender me cuesta más que al resto, pero cuando aprendo ya no olvido. Si arrojas la toalla antes de que termine el asalto y haces que me rinda, perderemos el combate. Yo lo perderé individualmente, pero todos lo perderemos como sociedad.
Por el contrario, cuando vayas viendo que estoy aprendiendo, el triunfo será tan grande que la satisfacción inundará todos los rincones de tu alma; habrás conseguido que la distancia entre mi diferencia y la normalidad se acorte. Y eso no tiene precio.
Por despedirme de ti con algo positivo, si consigues llegar hasta mí, hasta mi aprendizaje, igual que siempre me bebo tu agua, una vez que aprenda también siempre te daré un beso. Siempre que te vea te besaré. No se me pasará nunca. Nunca habrá olvido. Cuenta con mi beso para el resto de tus días.
Cada vez que alimentas tu paciencia, le haces los pies de barro a mi compañero de viaje, el maldito autismo.
-Reflexiones de una persona con autismo.
Fotografía: David Martín
por F. Paredes | 19 Feb, 2018 | Lucas habla
No quiero ser charco en día de sol,
ni tierra seca cuando llueve.
No quiero ser un emoticono en el móvil de un adolescente,
ni tampoco el niño solo en el patio.
No quiero ser el bar sucio donde el ebrio llora por ser mal padre,
ni tampoco la última chuche que nadie quiere.
No quiero ser gafas con un solo cristal,
ni tampoco un corazón que suspira por latir.
NO quiero ser valiente en tierras lejanas,
ni tampoco un cobarde en la mía.
No quiero ser la pena de los que me dan pena,
ni tampoco la esperanza del viajero que sabe que no hay más trenes.
No quiero ser la mentira del infiel,
ni tampoco la mujer que espera sola en el salón.
No quiero ser motivo de desilusión de nadie,
ni tampoco el argumento de las lágrimas de algunos.
No quiero ser ola sin espuma,
ni tampoco monaguillo sin vocación.
No quiero ser maquillaje de la chica sin novio,
ni las lágrimas del niño que no puede.
No quiero ser montaña sin sol,
ni tampoco el puente que vaya a ningún lugar.
No quiero ser un beso a la nada,
ni tampoco el abrazo que espera el viento.
No quiero ser el perro que abandonan,
ni el gato que busca comida en la basura.
No quiero ser la excusa de ningún beneficio que no me corresponda,
ni tampoco olvidarme de los que están peor que yo.
No quiero crecer en el mundo del silencio,
ni tampoco terminar mis días con gente que no me quiera.
Solo quiero tener las mismas oportunidades que mis iguales y que tú no hagas de mi diferencia la oportunidad para la exclusión.
-Reflexiones de una persona con autismo.
Fotografía: David Martín
por F. Paredes | 15 Feb, 2018 | Lucas habla
Si se cae una caja de cerillas a mi lado, no pienses que sé cuántas hay, no tengo ni idea, igual que tú, NO cuento cerillas, NO sé hacer sumas infinitas.
Y si me preguntas qué día será el 22 de abril del 2089 sin mirar un calendario, tendré las mismas posibilidades de acertarlo que tú.
Tampoco soy un músico excepcional, porque no sé siquiera lo que es un piano.
Cuando vengas a conocerme, olvida y deja aparcados tus prejuicios y lo poco que sabes del autismo y no te sientas mal por ello.
Dijo Groucho Marx que es preferible estar callado y parecer idiota que hablar y demostrarlo definitivamente.
Además, no te sientas mal por no saber nada del autismo, realmente es muy poco lo que se sabe; se ha empezado a investigar sobre ello hace pocos años y por lo tanto que tú no sepas es lo más normal del mundo, lo raro sería que entendieras demasiado.
Solamente tienes que acercarte sin prejuicios, sin convencionalismos, sin creencias de ningún tipo, sin opiniones que son fruto de tus sospechas.
En fin, como te deberías de acercar a cualquiera que no conoces.
Habla en segundo lugar, si dejas que mis padres hablen los primeros y te cuenten, empezarás a aprender sobre mí. Ten en cuenta que ellos y casi todos los que conviven con una persona con autismo, han descubierto que contar su historia personal les desahoga y hacen algo, por pequeño que sea, para que el autismo se empiece a conocer.
Imagínate sólo por un segundo que vinieras con una bata blanca llena de color rojo y te dijera: ¿qué tal la operación de corazón que acabas de hacer? y simplemente vinieras de tu clase de dibujo.
No prejuzgues, no anticipes, porque además, cuando hay algo que se sale de la normalidad, si esperas un poco para hablar, la persona que está provocando el hecho diferente tardará muy poco tiempo en dar una explicación de su diferencia. El secreto está en esperar un poco.
Si esperas un poco descubrirás enseguida mi diferencia y sin duda alguna verás la luz que te guíe hacía mí.
Si se te caen las cerillas recógelas y jamás me preguntes cuántas hay. Porque si te digo un número y acierto, me voy a quedar tan acojonado como tú.
-Reflexiones de una persona con autismo.
Fotografía: David Martín
por F. Paredes | 12 Feb, 2018 | Padres
Ves estrellas en la pared del salón, pero yo hoy no consigo verlas.
Tú entiendes que los marcos de fotos no pueden estar de pie y los tiras siempre llevándolos a esta posición. Seguramente alguna razón tendrás. Sin embargo, yo no puedo entender que motivos tienes.
Hoy te veo sentado en el sillón tapándote los oídos, y me gustaría saber qué piensas. Pero hoy no llego ni acercarme a tus pensamientos. Hoy de nuevo no quieres que estemos cerca y huyes de mis besos y abrazos. Y no me digas que te pincha la barba que me he dejado, pues antes también picaba.
Hoy me cuesta mucho entender tu mundo.
Hijo, hoy no puedo seguirte en tus carreras sin sentido y no puedo levantarte porque has decidido no ponerte los zapatos. En el baño, cuando derramas el agua, estás derramando mi paciencia. Tu ritmo, hoy no es el mío.
Hoy no puedo entender como repites y repites siempre lo mismo; ni como rompes el vaso de cristal y derramas el arroz por la cocina; ni porqué te quitas la ropa una y mil veces.
Hoy no llego a entender tus saltos sin sentido encima de las camas ni porqué enciendes todas las luces de la casa y abres todas las puertas. Hoy me rompes por dentro y llevas al límite mi capacidad de amarte.
Hoy el día se me está haciendo muy largo y mis pies pesan más de lo normal. Hoy mi capacidad de enseñarte está a cero y no consigo llenar el tarro del amor incondicional. Me cuesta mucho hoy no gritarte y la desesperanza está llamando al timbre para que salga a dar un paseo con ella por el parque
Pero hoy, ¡hoy no voy a abandonar! NI hoy ni nunca. NO dejaré que tu mundo infranqueable pueda conmigo y con mi fuerza de voluntad. Además del amor que te tengo por ser hijo mío, la vida me ha puesto un gran reto: llegar hasta mi hijo que es una persona con autismo.
Tienes que entender que a veces me fallen las fuerzas, pero eso jamás significará que arroje la toalla. Jamás dejaré de intentarlo. Cada vez que huyas de mis besos, multiplicaré los mismos por mil. Cada vez que enciendas las luces, las apagaré mil veces. Cada vez que abras las puertas, estaré yo ahí para cerrarlas.
Pero sobre todo, por cada día que haya como hoy, en el que las fuerzas flaquean, habrá 1000 días de dar lo mejor de mí para llamar a las puertas de tu mundo.
No lo dudes. Voy a luchar hasta el final.
¡Hijo! vamos a conseguirlo. Y cuando abras esas puertas que tanto pesan, estaré sonriendo y te abrazaré; ese día no correrás, simplemente dejarás que el abrazo dure más de lo normal.
¡Lo lograremos juntos!
-Reflexiones de una persona con autismo.
Fotografía: David Martín
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