por F. Paredes | 27 Jun, 2019 | Padres

Un diez papá, un diez, he sacado un diez, y ¿sabes qué? David ha sacado sólo un bien. Y Manuela ha suspendido. Creo que soy el mejor de clase. He ganado a todos.
Hijo mío y en ¿qué ha sacado un diez?
En llevar el plato a la mesa…
En el mundo azul del autismo no se dan notas así. Lo que se valora es el cumplimiento o no de unos objetivos que se establecieron entre el grupo de profesionales y los padres a principios de curso. Objetivos que se establecen según las necesidades de cada familia.
Así debería de ser la vida educativa de cualquier niño del mundo: que no hubiera notas. Es un poco desolador ver cómo niños de 11 años, que es la edad de mi otro hijo, van entrando a empujones en una competitividad mal entendida.
Hay que ser consecuentes y ver el papel que nosotros como padres desempeñamos en empujar a nuestros hijos a esta carrera diabólica en la que la gran mayoría de las veces se llevan más disgustos que alegrías, por algo muy simple, y es que en la notas, como en el viejo oeste, siempre hubo alguien más rápido.
¿En qué se traduce esta competitividad? Pues en la creación de frustración de los más pequeños y en algo interior que a veces va ocurriendo sin darnos cuenta: en la destrucción de la autoestima de cada uno. Porque esto también funciona de manera muy simple, y es que si tú te estás comparando continuamente con el resto de los niños, y tú no eres de los buenos y muchos sacan un 8, un 9 y tú solo un 5, piensas que eres malo, que no sirves y así, es cuestión de tiempo, que te dejes de querer. Creo que ya está suficientemente demostrado que el primer paso para ser una persona plena y feliz es quererse a uno mismo.
Terminando lo que dije más atrás somos todos responsables de esto. Y yo el primero. De vez en cuando se me va la olla y le digo a mi hijo: Hugo no ves que Fulanito ha sacado un 9 y tú solo un 6, no ves que tú puedes sacar lo mismo o más que Fulanito. ¡Qué comentario más idiota¡. No sería mucho mejor decirle a mi hijo: ¡Bien hecho hijo mío! Te has esforzado, lo he visto cuando te ayudaba. He visto cómo te esforzabas y este 6 es el reconocimiento a tu esfuerzo. ¿Crees hijo mío que te has esforzado lo suficiente? ¿Has dado lo máximo que podías dar? Si me contesta que sí a las dos preguntas solo queda una acción: darle un abrazo a mi hijo y decirle que es un crack, que ha dado lo mejor de sí y eso siempre es un 10.
Claro, entiendo que alguien pueda pensar que hablo así porque mis hijos no sacan buenas notas, y este es un hecho evidente, no puedo decir que saquen buenas notas, pero lo que también es evidente, y los últimos estudios van por ahí, es que un coeficiente de inteligencia elevado no es sinónimo de felicidad en la vida. Sobre los principios de lo que es inteligencia y sobre los que hemos construido nuestro sistema educativo, empiezan a aparecer avisos de que no hay correspondencia entre personas brillantes en los estudios y que hayan alcanzado la felicidad.
¿Y no será que haya otras cosas que se nos estén olvidando y que sean igual de importantes que sacar un 5 en matemáticas? La interacción social, la inteligencia emocional, hablar en público, la empatía, el liderazgo, la escucha activa, y un largo etcétera que aprendemos en la calle y que las escuelas se deberían de empezar a plantear en ponerlas en marcha.
Se me ocurre que podríamos puntuar lo buenas o malas personas que somos ¿es una locura verdad? Es mucho mejor que mi hijo saque un 9 en los ríos de Europa a que sepa ayudar al prójimo.
En fin, intentaremos luchar por lo que consideramos más justo.
Reflexiones de una persona con autismo
por F. Paredes | 22 Jun, 2019 | Lucas habla

¿Mamá cómo les podemos convencer de que yo necesito amigos como los necesita cualquier niño? ¿Cómo podemos hacerles ver que a lo mejor el cine no es el mejor sitio para mí, pero que sí puedo estar en el patio con todos ellos?
Pero mamá ¿por qué no entienden que si me llamaran una vez, solo una vez, para bajar al patio, yo bajaría sin dudarlo?
¿Cómo puedo hacer para no gritar cuando todos callan y algunos se ríen de mí? Yo no puedo evitar gritar, quizás ellos no puedan evitar reírse; y en la medida en la que ellos no entienden mis gritos, yo no entiendo sus risas y sus caras de asombro. Creo, mamá, que si no se rieran y se acercaran a mí y me dijeran algo todos nos entenderíamos más y mejor.
Pero ¿por qué nadie me lanza la pelota? Siento como si con el tiempo se hubieran olvidado de mí. Cuando era más pequeño las interacciones eran más, pero con el tiempo todo el tema social ha ido a peor. Yo soy consciente de no facilitar las relaciones, pues siempre estoy solo y corriendo de un lado para otro, pero aunque esta sea mi conducta ¿Creen que realmente me gusta estar solo cuando todos juegan y hablan entre ellos?
Y mamá, otra pregunta que me inquieta cuando un niño me mira con asombro o me pregunta que me pasa y yo no puedo contestar ¿por qué sus padres no intervienen? ¿No notan la tensión de mi padre? ¿No notan vuestro cansancio de decir siempre lo mismo: nuestro hijo es una persona con autismo y no puede hablar? De verdad, mamá, ¿no crees que relajaría mucho más la situación si sus propios padres, de manera amable y educada, se dirigieran a nosotros y habláramos relajadamente de los motivos por los cuales no contesto?
Y voy un paso más allá, mamá, y si realmente esos padres que actúan así, porque afortunadamente hay mucho que obran de otra manera, no son capaces de hablar tranquilos sobre como soy como persona, ¿cómo les voy a pedir que enseñen a sus hijos a que tienen que venir a buscarme para bajar al patio?
Estos que no se acercan, que no me acarician, que no me piden un beso o un abrazo, no se dan cuenta de que hay personas que sí han conseguido llegar hasta mí. Nos ha costado trabajo, pero hemos llegado. Les abrazo, les beso, a mi manera, pero lo hago ¿Los demás no se dan cuenta de que ellos también lo pueden conseguir?
¡Ayyy mamá! ¡Como para pedirles que me inviten a una fiesta de pijamas, a unas vacaciones, a una obra de teatro, a pasear por el retiro y a miles de cosas que me pierdo solo porque la gente ha decidido no hacerlo de manera unilateral!
Y mamá, yo sé que tú me darás argumentos lógicos y razonables para que no sufra, incluso argumentos ciertos y de peso, ante los que tenga que doblegar y asumir que debo estar solo. Pero tengo una pregunta a la que quiero que me respondan, e incluso me arriesgo a que la conteste quien lo desee, y si alguien consigue convencerme con su respuesta prometo que no haré nunca jamás ninguna pregunta de los motivos por los que estoy solo.
Tengo una perra de asistencia, como algunos sabéis, que se llama Quinoa. Quinoa es maravillosa. Es mi amiga, mi fiel compañera. Nos ha enamorado a toda la familia. Nuestro amor por ella es infinito.
Pero alguien me puede explicar ¿por qué los niños han venido a buscar a la perra en tres meses más veces que a mí en toda mi vida?
¿Qué le pasa al ser humano?
Reflexiones de una persona con autismo
por F. Paredes | 19 Jun, 2019 | Lucas habla

Te colaste en mi casa como lo hace la serpiente en la madriguera de los conejos recién nacidos. Viniste sin avisar, como lo hacen los amigos que llaman un domingo por la tarde tocando el timbre al tiempo que dicen: somos nosotros traemos una pizza.
Robaste besos, como el guapo del instituto que se aprovecha de ella, que se enamoró nada más verle, y para él solo era su prueba para ganar una apuesta entre amigotes.
Apuñalas por la espalda, sin impunidad, sin tener castigo, y lo malo es que las consecuencias de tus puñaladas las paga exclusivamente a quien se las has dado y sus seres queridos. Tú no sufres nada. Golpeas, simplemente golpeas. Sin ton ni son. Como la muerte. No respetas ni a clases sociales, ni a personas buenas, ni a personas pobres, ni a nadie, me atrevería incluso a decir que lo haces al azar. Como aquellos chicos que una vez salieron una noche a ver a quien podían pegar, no tenían ninguna víctima en mente, solo golpearían al primero que se les cruzara.
Este es uno de tus grandísimos venenos: que te disfrazas de novia en la boda, de niño en el bautizo y de tío bonachón en el cumpleaños de la sobrina querida, y cuando todos están disfrutando de su hijo te quitas la careta, y ni eres novia, ni eres niño y mucho menos bonachón.
Y ahí aturdes. No hay peor cosa que alguien golpeé a otro, sin motivo, sin esperarlo, sin mediar palabra. Entre el shock que te produce la hostia recibida y la poca información de las consecuencias del golpe, solo deseas una cosa: que realmente todo sea un sueño y que lo que estás viviendo solo sea fruto de tu imaginación.
Ahí nace tu segunda cualidad negra: Cuando llegas, lo haces para quedarte. Te dicen que no tiene cura, que no es una enfermedad. Esto te cuesta entenderlo porque deseas que “tu hijo se cure”. Pronto entenderás que no se curará, que es simplemente una persona maravillosa que ve el mundo de una manera diferente al resto de los mortales, en definitiva uno más, pues cada ser humano es así.
Pero aún no te conformas y ejecutas el plan perfecto para hacer aún más daño. Una vez instalado, empiezas a golpear en el núcleo familiar intentando separar familias, alimentar discusiones y tratando de que la gente salga corriendo para que tú puedas triunfar en el menor tiempo posible.
Ahí es donde radica la lucha contra ti. En la unión. En la unión familiar, de padres e hijos en primera instancia; en la unión de todos los miembros de la familia para que las grietas que vas a provocar no se hagan grandes si no que sean lo más pequeñas posibles. Esta es la única manera de plantarte cara: estar todos unidos empujando y velando por la persona que tiene autismo.
Desgraciadamente esto a veces no ocurre y hay personas que se hunden, que escapan, que no aceptan, y como dice la canción, yo he sido todas y cada una de ellas hasta que me he dado cuenta de que la única razón por la que debo continuar luchando es mi hijo, porque tú no vas a abandonar y se debe aprender a convivir contigo, a hacerte más pequeño, a que triunfe la unión frente a la separación que propones cada segundo. Solo así aumentarán las posibilidades de que nuestros hijos sean felices a pesar de tu presencia. Si esperamos a que tú abandones, solo conseguiremos que lluevan gotas de barro sobre los trajes limpios de todos nosotros. .. Y además te habrás llevado los paraguas.
Esto que propongo es muy difícil, pero de momento no encuentro otro camino para intentar que mi hijo, su hermano, mi mujer y yo seamos felices. Convivir contigo y hacerte cada vez más pequeño: eso sí, no me pidas nunca que te quiera, AUTISMO.
Reflexiones de una persona con autismo
por F. Paredes | 12 Jun, 2019 | Lucas habla

Todas las mañanas cuando bajo del autobús tenemos que andar unos 15 minutos desde la parada hasta el colegio. Pasamos por un bar, por una cristalería y por un estanco que no sé lo que es. Bueno, sí sé lo que es, un sitio donde se compran cilindros blancos que te pones en los labios, los enciendes y dicen que matan. Pero entonces ¿por qué los compra la gente? Perdón por la pregunta pero, como a mí me preguntan tantas cosas raras, creo estar en mi derecho de preguntar también.
En fin, esto no es lo que nos ocupa. Lo que quiero aquí contar es que me subo a un bordillo, bastante grande para mí, y me he dado cuenta de que no sé saltar. Y sinceramente a mí me gustaría mucho aprender a saltar.
Me gustaría mucho aprender a saltar, sobre todo para:
- Saltar por encima de la gente que me mira como si hubiera visto un extraterrestre, y no con una sonrisa como se debería de mirar a cualquier niño del mundo por diferente que fuera.
- Saltar por encima de los besos que debo y de los abrazos que no he dado. Pero saltar alto para dárselos a una estrella y que estemos en paz.
- Saltar por encima de la ignorancia de la gente, de aquella gente que pone palos en la rueda de mi conocimiento y que piensa que no puedo dar más de mí.
- Saltar por encima de la hipocresía de la gente que dice que me quiere, pero luego nunca me llama cuando hay chuches.
- Saltar por encima de la gente que no lucha por los diferentes y que no integra a los demás. Que toma zumos de exclusión y tostadas de intolerancia.
- Saltar por encima de las sucias bocas que escupen mentiras sobre los más débiles y por encima de aquellos que hacen del bullying con mis amigos su arma más cobarde.
- Saltar por aquellos que dicen que me entienden, que debe de ser muy duro esto del autismo, pero jamás vinieron a verme ni hicieron un esfuerzo aun estando cerca de mí.
- Saltar por encima de los que excluyen, de los que no me llevan al máximo de las posibilidades, de los que piensan que mis padres necesitan un descanso pero nunca se quedan conmigo.
- Saltar por encima de aquellos que no hacen columpios para mí, que tiran petardos aun sabiendo que me molestan, y de aquellos que jamás miraron la forma de sacarme a pasear por miedo a que saliera corriendo.
¡Saltar! ¡Saltar! Saltar para muchos es sencillo; para mí complicado. Lo conseguiré, estoy seguro de que lo conseguiré, y ese día estaré más cerca del sol y de las estrellas. De momento me conformo con intentarlo día a día.
Reflexiones de una persona con autismo
por F. Paredes | 7 Jun, 2019 | Lucas habla

El miope queriendo ver bien de lejos.
El gordo intentado llegar el primero a la meta.
La fea queriendo llevarse al guapo de secundaria.
La lavadora esperando que la tienda el manco y el balón deseando que le empuje a gol el portero.
Las canas de la que se confundió casándose con él queriendo ser rubias y nuestros hijos esperando a que sus madres no tengan jornadas largas.
El pelirrojo esperando ser rubio, el albino esperando ser moreno y mientras tanto los negritos se juegan una vida mejor en un mar que no tiene piedad.
Y así pasan los días…
El anciano solitario esperando que sea su último día y el reo esperando que sea su primer día al sol.
Al que no miran esperando ser el centro de las miradas y al que todos miran deseando que le dejen en paz.
El fuerte y estilizado comiendo pollo y arroz y el que no tiene zapatos esperando que el camino se termine.
La guapa esperando un taxi ella sola y el feo cerrando los garitos.
Y así pasan los días…
El hortelano esperando que llueva y la familia pija sin saber qué hacer en Londres cuándo llueve.
Mi madre sin saber qué hacer con un nieto que es una persona con autismo y mis suegros que quieren hacer, pero no sin padres.
Y así pasan los días…
Las medías esperando carreras y el rímel esperando que se corra.
Los calcetines esperando su agujero del dedo gordo y el diabético esperando su donut de chocolate.
Y así pasan los días…
Yo esperando que cuando te diga que te quiero tú me digas: y yo a ti.
Y así llegan las noches esperando un nuevo día…
Y así esperas cosas que no pasan nunca…
Y así pasan los días en el autismo.
Reflexiones de una persona con autismo
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