El autismo y la ansiedad


Eres amiga de pobres y ricos, de triunfadores y desgraciados, de mujeres y hombres, e incluso te atreves con los niños.

No respetas a nadie. Buscas en lo más oscuro del ser humano o en lo más brillante del mismo para forjar una amistad que la biología y la neurología confirman que es de por vida.

Y así me encontraste. En momentos de una vida con alta demanda y jugando conmigo, haciéndome creer que en tus labios encontraría el beso que me negó la vida.

Y me acompañaste en tardes y noches donde las risas eran aún peor que las falsas y las caricias eran pura mantequilla para los pobres desgraciados que ya de buena mañana te acompañaban en tu despertar.

Ejecutas un golpe maestro, calmando a corto plazo y destrozando a largo plazo, tapando problemas que no tienen solución y prometiendo cosas que al día siguiente no cumples.

Así eres tú.

Yo incluso llegué a confiar en ti porque orquestas despedidas de soltero, divorcios, bautizos y te atreves hasta con los funerales.

Andas por todos los sitios. Siempre buscando amistad.

La amistad que prometes la cimientas en barrotes de hielos y en cuanto sale un poco el sol de la lógica se cae, dejando el rastro de la desesperanza.

Eres tan mala que, aun cuando se te ha echado a patadas, vuelves al minuto siguiente diciendo aquello de ¡Tranquilo, que yo sé esperar! ¡Sé que volverás!

Así eres tú.

Y como no respetas nada, querida amiga, cometiste el máximo error que se puede cometer conmigo: fuiste a por mi familia. Desestabilizaste mi relación y mis hijos tuvieron que verme contigo, cuando apenas podía ni hablar. Esto querida amiga ha sido tu gran error. No es que no pueda perdonarte, es que no quiero perdonarte.

Además vagas por callejones oscuros buscando a tu próxima víctima, porque tú sin el ansioso no eres nadie. Igual que al ansioso le pasa contigo.

Y tengo que reconocer que me confundiste y nublaste mi razón. Así de perfecta eres. Pero querida amiga me hiciste ir contra mis valores más profundos, y ahí fue cuando te quedaste sola.

Esa noche la ansiedad la tendrás tú, y yo no te acompañaré para que te dé el aire fresco.

Y ya no cuentes conmigo. Irás al cine con otro, y te tomarás cañas con otro, pues yo jamás hubiera sido tu amigo, si no me hubiera confundido. Quedar contigo aquellas tardes de invierno donde solo llovía gotas negras fue simplemente un error. Y no volverá a darse.

Así eres tú, querida ansiedad, como dice la canción del maestro Sabina, la más puta de todas las señoras, y la más señora de todas las putas.

 

Fdo. Padre de una persona con autismo