El autismo no se dio cuenta donde estaba escondida la sonrisa de mi hijo

50 palabras, son las que conseguimos apuntar mi mujer y yo en un papel, que ya pronunciaba mi hijo antes de irnos de viaje, aquel año que jamás olvidaremos.

Papá, mamás, autobús, zumo, agua, comida, etc. Simples pero para nosotros eran suficientes.

Eran 50, y cada día eran más.

Los logopedas habían hecho su trabajo. Nosotros el nuestro. A base de esfuerzo, cariño, amor y como siempre paciencia, parecía que Lucas iba a romper a hablar.

Pero a veces el lobo se disfraza con piel de cordero. Y así lo hizo el silencio.

Recuerdo que hacía mucho calor en el viaje. Normal era agosto.

Fue un viaje duro, como nos tenía acostumbrado nuestro hijo, pues se mareaba, y cada pocos kilómetros teníamos que parar para que vomitara.

Pero no nos importaba.

No sé si mi memoria, me traiciona, pero creo recordar que incluso hablábamos de: si seguía así su ritmo con el lenguaje seguramente el próximo año, incluso podría pedir que paráramos antes del vómito.

Y el que vomitó su hiel más dura, fue el autismo.

Mi hijo en aquel viaje, un día dejó de hablar. Y jamás ha vuelto a decir una palabra.

Creíamos al principio, que seguramente sería pasajero, y que pronto las 50 palabras, pasarían a ser 500 y luego 5000.

El problema es que según pasaban los días de vacaciones y nuestro hijo no hablaba, nos fue dejando sin voz a todos.

Ya no había risas. Ya no había juegos de cosquillas. El miedo había empezado a meterse en nuestras venas.

Lo hacía con una pregunta mortal en aquel momento para nosotros ¿Y si no habla más?

Desgraciadamente volvimos a nuestra casa, con un corazón lleno de arrugas, con la esperanza desteñida y con ganas de ir a los médicos, para que nos dijeran que había pasado.

Neurólogos, pediatras, logopedas, asistentes sociales, creo que vimos a todos. La única respuesta fue: “A veces, ocurre, se llama regresión del lenguaje en el autismo”.

Que más del nombre técnico o medico. Para nosotros se llama “silencio”.

Sinceramente creo que ha sido el bache más duro que hemos pasado después de diagnóstico.

Otra vez el autismo nos había dado en el mentón y nos había derribado cuando nos estábamos cubriendo el estómago.

Otra vez besábamos la lona de la vida, y oíamos contar al destino: 10, 9, 8, 7………..

Pero ya nunca oímos decir una palabra a nuestro hijo.

De esto hace ya casi 4 años, y ya nunca volvió a decir mamá ni papá, ni Hugo, que es su hermano. Que en definitiva son las tres palabras que nos daban vida.

Sin embargo, dicen que el tiempo todo lo cura. Y lo que si hace el tiempo es que te permite ver los desastres de tu vida desde otro lado, y pensar: bueno, no tenemos su voz, pero le tenemos a él. Y es feliz. Con esto nos sobra.

Además te digo un secreto, y no se la digas a nadie: el autismo entró en la casa rota de mi hijo y le robó las palabras, pero no se dio cuenta que su sonrisa y sus risas estaban bien escondidas.

No pasa ningún día sin que Lucas se ría.

Reflexiones de un padre de una persona con autismo