Un desconocido y el autismo
UN DESCONOCIDO ME HIZO LLORAR
Al recoger a Lucas en el colegio me dijeron que el día había sido muy movido. Que le sentían nervioso que no paraba de correr de un sitio a otro.
Es cierto que la noche anterior también no había descansado bien. Estábamos claramente ante un “día difícil”.
Encima cuando la vida aprieta, pues parece que aprieta un poquito más, y ese día justo no teníamos coche. Teníamos que ir en autobús, a una hora donde el autobús está completamente lleno.
El camino al autobús ya fue tedioso. Lucas, se quitó los zapatos dos veces, se tiró al suelo otras dos. Y empezaba la situación a tensionarme, y poder conmigo.
Esperando en la parada, la cosa no fue al mejo. Se movía de un lado a otro, “molestando” sin querer al resto de personas que estaban, y que esperaban al autobús que no llegaba.
Por fin llegó. Como pudimos, pues yo iba cargado con dos mochilas y luchando con Lucas, para intentar que golpeará sin querer a los demás: mientras avanzábamos yo iba perdiendo perdón, y veía a mi alrededor caras de: “Pobre hombre, que suplicio tiene encima”. Ese tipo de caras que no ayudan en nada, pues ya he comentado muchas veces, que lo último que queremos las familias azules, son la pena de los demás.
Y así llegamos casi al final de autobús. A duras penas pude sentarle. Mientras iba dando manotazos a todo y todos los que pillaba en el camino.
Ya mi estrés, mi ansiedad, mis nervios se habían ido a escalar el Everest. Realmente, tengo que reconocerlo lo estaba pasando mal. Era controlable pero la situación no era buena. Lucas me estaba tensionando más de lo debido.
De repente de la mochila, mi mano buscando no sé si tranquilidad y simplemente escondiéndola para no taparme los ojos y no ver aquello, encontró un chupa chups y lo saqué. Y “Voilé” de repente el mundo se paró, y Lucas se centró en el chupa chups como si fuera Cristiano Ronaldo a tirar una falta.
El mundo que giraba a mil por hora, se paró. Y lucas cogió su golosina y se puso a mirar por el cristal a la calle, con toda la tranquilidad del mundo. Como si fuera un ejecutivo que volvía a casa después de una jornada de 14 horas, y que solo quiere ver pasar árboles a través del cristal del autobús.
Y mi ansiedad al ritmo de “chupadas de golosina” empezó a bajar. Y empezó a bajar el ritmo de todos. Todo había pasado. Por fin, la calma se apoderó del momento.
Cuando llevaba dos o tres minutos tranquilo, pensando en la paz del momento, alguien me dio en el hombro derecho, llamando mi atención. Era un señor que había visto de refilón cuando nos sentábamos, y que reclamaba que me diera la vuelta.
Evidentemente del torbellino que me acaba de bajar, mi mente rápidamente pensó: “Lucas ha golpeado al señor, y me ha montar un pollo ahora que todo ha pasado. Me pusé en guardia. Y con actitud agresiva me giré:
“¿Qué desea señor?
Me dijo: ¿Le puedo hacer una pregunta?
De manera calmada y reflexiva.
Yo seguía en alerta, pues realmente no sabía por donde iba a salir aquel desconocido.
Pero al ver que me hablaba con amabilidad y educación,
Le contesté: Sí, claro por supuesto.
¿Qué le ocurre al niño?
Le dije que tenía autismo severo no verbal y que tenía un día malo. Que había dormido mal, y durante todo el día su conducta en el colegio había estado llena de nervios y carreras. Vamos, que tenía un mal día, como cualquiera de nosotros, los dos reímos.
Y entonces ese señor, me dijo algo que jamás esperaba que nadie me dijera. Tan mal lo hacemos como sociedad, que nunca esperaba algo así. Porque lo que ese señor me dijo debería de ser más corriente y debería decirse muchas veces, y así conseguiríamos una sociedad mejor:
Me dijo: “Señor, quiero darle las gracias de todo corazón. Porque vd. Dedica su vida al cuidado de una persona que lo necesita”-
De repente ese señor me había emocionado tanto, que estaba a punto de llorar. Y lo único que se me ocurrió decir fue:
“Bueno es que soy su padre, y tengo que cuidar de él”
El señor repitió y con esta frase cerro uno de los actos más bonitos que sin duda alguna me han pasado en el mundo del autismo:
“Mire el que vd. sea su padre, a mi me da igual, yo le agradezco de todo corazón que vd. cuide de alguien que no puede valerse por si mismo. Y por eso quería darle las gracias”.
Le di, la mano y no supe que decir. Solo pude decir: gracias a VD.
Me bajé en la parada que acababa de parar el autobús, y en la calle me puse a llorar.
Ese hombre, consiguió simplemente con unas palabras, emocionarme como casi nadie lo ha hecho.
¿Es tan difícil que todos y cada uno de nosotros nos parezcamos un poquito a ese desconocido?
Gracias en nombre de un padre de una persona con autismo, al que hiciste llorar de emoción y alegría.
www.reflexionesdeunautista.org
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