Al autismo, nos invitaron sin tener entrada. Mi mujer y yo entramos al mundo azul como joven al que le cuelan en una fiesta en la que no conoce a nadie.
Ante esta situación, las personas lo aceptamos de una manera exclusiva, personal y totalmente intransferible.
Siguiendo con la metáfora de esa fiesta a la que la vida me invitó sin tener entrada, me creí que podía hacer lo mismo que el guapo del baile cuando realmente no lo era.
Y así creí que podía hacer lo mismo que mi mujer y seguí su pasos, como discípulo que sé cree El Mesíascuando realmente no lo es.
No pedí ayuda.
Apreté los dientes y pensaba, iluso de mí que podía aceptarlo y sobrellevarlo como lo hacía mi mujer. Ese fue un gran error.
Ante circunstancias que cambian radicalmente tu vida, pequé de ingenuo y realmente pensé: Si mi mujer puede yo también.
Y ahí, Justo ahí, en esa afirmación es donde germinó y creció mi error. Fue como agua de mayo para la flor que está sedienta de ella.
Me equivoqué, confundiendo la estrategia en sacar a nuestro hijo adelante con “tengo que hacer lo mismo que hace mi mujer”
Mi mujer trabajaba mucho, salía de trabajar, iba a por nuestros hijos, al tiempo que estudiaba una tesis para ser doctora. Además iba digiriendo estar en una fiesta a la que no había sido invitada.
Y todo eso sin perder nunca de vista su meta vital de vida: estoy aquí para intentar ser feliz a pesar de las circunstancias, y de las entradas a fiestas que nunca quise.
Lo conseguía. Y yo me hundía.
No tenía su fortaleza, su capacidad, su entereza o llámalo cómo quieras. Creo simplemente que era tan simple como: yo no era igual que ella. Yo necesitaba ayuda para digerir la bola que se me había hecho como cuando pides un pescado barato en un bar especializado en carne.
Claro, ahora lo veo. Pero en aquel momento no veía nada. Simplemente fui el único responsable de darle la espalda al autismo, de quedarme anclado en la fase de negación. Y sobre todo culpable de alterar las prioridades de mi vida.
Anteponía quedarme con un compañero de trabajo antes que irme a una charla de autismo por ejemplo. Esto es un pequeño ejemplo, pero no veo necesario tampoco enumerar las cosas que hice y que me desviaban de mi objetivo fundamental: disfrutar de mi hijo, disfrutar de mi familia, y de nuevo buscar esas dosis de felicidad que buscamos todos.
Pagué un alto precio. Vertí lágrimas con quien no debía y regalé mis mejores momentos como persona a gente que ni se lo merecía ni me lo agradecía.
Todo esto si lo mantienes en el tiempo te explota en tu cara. Resulta que un día no puedes levantarte de la cama y dejas de comer.
Ahí me di cuenta que necesitaba ayuda y la pedí. Gracias a Dios o a Darwin no era demasiado tarde.
Me derrumbé, y me levanté. Con ayuda, pero me levanté.
Al día de hoy soy una persona muy diferente a aquella que tenia las rodillas en carne viva del tropezón que se pegó con el bordillo que le puso la vida, y no vio.
Significa esto ¿que entonces ya está que todo resuelto y tengo que bajar nos brazos?. NO.
Lo que hago es trabajar día a día por el bienestar de mi familia.
Soy padre de una persona con autismo severo no verbal y estoy orgulloso de serlo.
Mis hijos con mucha diferencia es lo mejor que me ha pasado en mi vida, y ahora si son a ellos a los que les regalo mis mejores momentos y elijo con quien lloro.
Y las familias azules somos así. Estamos preparados para caernos 7 veces y levantarnos 8.
Hemos descubierto ya hace tiempo que lo mejor que tenemos son nuestros hij@s.
La conclusión es que si necesitas ayuda que la pidas, que no pasa nada. Que no intentes imitar a nadie en encajar los golpes de la vida. Cada uno somos diferentes, mejor que nadie nosotros los sabemos, y cada uno va a su ritmo en asumir ciertas cosas.
Como siempre y abrazo y nos vemos pronto en esta mi casa virtual que ya es la tuya
Reflexiones de una persona con autismo
Triste pero hermoso ese niño necesita. Mucho amor que seguro ustedes pueden y ayudará a salir adelante a la familia azules
Correcto, se lo damos cada segundo de nuestra vida. Gracias por tu comentario.
Muchas gracias de nuevo por compartir. Me identifico mucho con lo que cuentas y me siento menos sola.
Me gusta que llamas a tu hijo “persona”: una persona con autismo no verbal. Odio cuando profesionales me dicen que mi hija “es” TEA. Mi hija no “es” TEA, es una persona maravillosa, alegre, cariñosa, divertida, musical, guapa, que, entre sus muchos rasgos, tiene TEA.
Un abrazo.
normal, entiendo tu enfado. Correcto, tu hija que es una persona maravillosa, es ante todo y por encima de toda una persona. El resto de etiquetas es solo un mal sistema para llamar a nadie.
Te entiendo madre…..a por ello y muchos ánimos