Estabas escondido en aquel callejón oscuro y maloliente que se llama traición. Haciendo caso al nombre del callejón y a tu propia naturaleza así actuaste.
Era de día y no de noche; por lo menos tuviste esta pequeña consideración ¿O tal vez lo hiciste para que nuestras lágrimas se vieran más? ¿Sabes porque te pregunto esto?, porque no me fío, porque eres un verdadero traidor y golpeas donde más duele y cuando menos te lo esperas. En la pelea, no sigues normas ni reglas y por ganar eres capaz de cualquier cosa.
Te envalentonas golpeando a cualquier tipo de personas. No tienes misericordia con nadie. No te importa ni la condición social ni la económica. Lo que te importa, he llegado a la conclusión, es hacer daño.
Te regocijas y te haces más grande cuando ves a madres y padres diciendo que no pueden más, a gente que deja sus trabajos y cae en las garras de las nubes negras de la depresión. ¡Ahí es donde te haces enorme! en el seno de familias destrozadas que, gracias a ti, ya no se hablan.
No tienes ni principios ni valores, por eso te da igual asaltar a la misma familia varias veces.
De todos los ladrones eres el que menos alma tiene, pues robas y cambias cosas de la naturaleza humana que pueden derrumbar a cualquiera.
Sales de ese callejón cuando ves a la familia despistada, pensando simplemente que su hijo es algo diferente del resto, pero que no le pasa nada. Y es ahí, ahí es cuando sacudes tu primer zarpazo. Te llevas las expectativas; robas los roles establecidos y como regalo final, dejas una bomba de relojería escondida en las relaciones familiares para que éstas salten por los aires.
Además en tu acto de crueldad, cuando apareces ya no te vas nunca; sabemos que estarás ahí toda la vida, de lo primero que te encargas es de que la familia se entere de que saliste del callejón para acompañar a nuestras hijas e hijos durante toda la vida.
Pero te voy a contar una cosa, ahora que ya lamo mis heridas y me he limpiado la sangre de tus primeros zarpazos, me voy a levantar siempre que me tumbes, me secaré las lágrimas que me hagas echar, construiré de nuevo los cimientos de las relaciones que conseguiste derribar, y así seguiré hasta el final. Por mucho que me veas magullado y tirado en el suelo no permitiré jamás que el árbitro cuente hasta 10 y ganes el combate.
Tú has decidido que no haya reglas, pero yo no soy igual que tú. Yo lucharé con reglas, con inclusión de las personas TEA, con la certeza y el convencimiento que la fuerza de ayudar a madres y padres que tienen un niño o una niña con TEA es lo más poderoso de este mundo. Cuando quieras reaccionar, en vez de ser más fuerte como lo has sido hasta ahora, empezarás a hacerte más pequeño hasta que llegue el día en el que tener un bebé con TEA sea como tenerlo moreno o rubio, o niña o niño… y ese día “amigo mío” habrás muerto.
¡Claro que te hablo a ti AUTISMO! a ese ladrón asqueroso y malnacido que golpea a traición y sin avisar; y cuando lo has hecho, te permites el lujo de reírte y volver a tu sucio callejón esperando a que pase otra familia para volver a atacar y golpear sin compasión, utilizando el juego sucio.
Sin embargo, con los años tu callejón se está haciendo más pequeño y cada vez está más iluminado; cada vez los avances de la ciencia son más y las personas TEA son más visibles en y por la sociedad; cada vez hay más inclusión; cada vez existen más recursos para que estas personas no sean apartadas; cada vez se suman más personas que no tienen nada que ver con el autismo para darles voz, y con todo esto, te vas haciendo más pequeño y tus armas empiezan a ser menos.
Recuerdas hace más o menos 40 años qué fuerte eras ¿verdad? nadie sabía de ti y enmascarabas tus golpes con la ignorancia de las personas. Los sistemas educativos no estaban preparados para tus víctimas y cuando pasaban a la edad adulta eran los “apestados en muchos lugares”, sin embargo se ha trabajado mucho, se ha concienciado mucho, ya muchos han oído hablar de personas con autismo y se está desarrollando una sensibilidad con personas con TEA que no existía hace 40 años.
Hoy te miro a los ojos y te digo que, el tiempo que esté aquí, voy a seguir luchando para destruirte, para hacerte más pequeño y hacer más grande a las personas, que como mi hijo, son personas con TEA. Y es cuestión de tiempo no solo que desaparezca tu sucio callejón, sino tú mismo.
Ese día saldremos a la calle a brindar al grito de: ¡¡¡EL AUTISMO HA MUERTO¡¡¡¡
Reflexiones de una persona con autismo
Fotografía: David Martín
Comentarios recientes