Quiero contarte algo importante. Algo que me duele, que no me deja respirar. Que me hace pensar más en parar mis lágrimas que en arrancar mis risas. Pensarás que es una tontería, pero para mí es importante.

La cafetería está llena de gente y no soy capaz de oír el ruido de la gente, ni de los vasos al recogerlos, ni de la máquina del café… solo oigo esa voz, esa voz que despierta mi miedo y le da agua a mi ansiedad; necesito contártelo o si no esa voz se hará conmigo. Por fin llegas, por fin mis miedos empiezan a morir, veo La Luz y mi mente se relaja, se empieza a oír tranquila dentro de ella y no ese ruido de ruedas chirriando y golpes de piedras chocando entre sí.

Sé que cuando te lo cuente, mi globo del miedo se desinflará; y empiezo, y cuando voy a vomitar lo que por dentro me duele, me dices que el coche te ha dejado tirado… no me lo puedo creer… y sigues, y ¡yo quiero contarte!, pero me dices que el maldito traje que compraste ayer te está pequeño… y me hago pequeña… y mis ganas de contar se empiezan a traducir en ganas de llorar… te digo que hay algo que me está matando por dentro; pero me dices que vas a poner una queja en el comedor del colegio porque le dan poca verdura a tu hijo… y así la NO COMUNICACIÓN no es patrimonio de las personas con autismo.

En ellas simplemente se materializa a través de cosas tan contundentes como no poder hablar o tener afectado su sistema cognitivo.

Pero ¿y nosotros? ¿ los neurotípicos?. ¿Por qué teniendo rendido a nuestros pies al galante caballero, el lenguaje, le tratamos tan mal? Y ¿Por qué no somos capaces, teniendo nuestro sistema cognitivo limpio de cualquier error, de poner en juego armas tan potentes como la empatía o la escucha activa? ¿Tan egoístas somos que no somos capaces de percibir que alguien nos quiere contar algo importante? ¿Tan grande es nuestro ego que se come nuestra posibilidad de comunicarnos con alguien que nos necesita?

Una persona con autismo no puede comunicarse con nuestras mismas herramientas y sin embargo teniendo las suyas muy mermadas las llevan a la máxima expresión. ¿No deberíamos hacer nosotros lo mismo y tener como principio vital sacar brillo a nuestras armas que son muy potentes a la hora de comunicarnos?

Practiquemos la escucha y no llevemos a nuestros semejantes al desierto de la no comunicación. Ten en cuenta que desgraciadamente hay personas con autismo que viven allí permanentemente e intentan salir cada segundo de él. Por favor no lo llenemos de más gente. Cuantos menos haya mejor.

-Reflexiones de una persona con autismo.

 


Fotografía: David Martín