El autismo es un mago de magia negra. Hace que aparezcan en tu vida cosas desconocidas que a veces no son nada buenas. Además consigue, que hechos tan simples como beber, comer, o crecer se conviertan en un desierto de arena caliente por el que los padres caminan descalzos y sin agua.

En nuestro caso, que Lucas va ya creciendo, se ha convertido en algo que nos ha cambiado la vida y que ha traído consigo algunas cosas inesperadas. Cuando era un bebé o un niño pequeño le podías llevar donde quisieras, el carro era una bendición, pues allí le montabas y como cualquier bebé te hacías con él. Luego empezó a dar sus primeros pasos, todavía iba de la mano contigo y seguías haciéndote con él. Pero Lucas creció, y creció bien, con buena planta, ahora mismo estará en torno a los 50 kilos, y cuando echa a correr ya no le coges tan fácil. Está hecho lo que se denomina un “buen tiarrón” y esto, que no es ni bueno ni malo, trae consigo algunas cosas que, como familia, nos ha ocasionado cambios importantes.

¿Qué ocurre cuando se van haciendo mayores?

1. Los abuelos, en nuestro caso, ya no pueden con él. Ya no pueden salir con él a pasear. Si los abuelos tienen cierta edad y el niño se pone a correr, físicamente no pueden alcanzarle.

2. Cuando Lucas entra en rabieta o decide tirarse al suelo porque desea algo, ya no pueden los abuelos, ni casi yo, levantarle.

3. Cuando decide que no quiere vestirse, realmente cuesta un mundo poder vestirle y ponerle los zapatos.

4. Lucas en particular tiene fobia a los hospitales y se pone tremendamente nervioso en entornos sanitarios; para hacerle un análisis de sangre o examinarle la boca en el dentista se necesitan hasta tres personas para conseguir que se quede quieto.

5. Cuando Lucas juega no controla su fuerza, abraza o pega sin medida, y ya no es un bebé.

6. Lucas rompe ahora muchas más cosas que antes, porque la fuerza que tiene es radicalmente mayor que la que tenía con tres años. Las probabilidades de que rompa cosas se han multiplicado por cien.

La experiencia con mi hijo me ha llevado a las siguientes conclusiones cuando aparecen estas cosas:

• Que no se le pida a las personas más de lo que puedan hacer físicamente. Es decir, si la abuela ya no puede sacar a tu hijo a pasear, no se lo pidas, pues si lo haces se estará poniendo en peligro la vida de la persona con autismo y la vida de la persona mayor.

• Buscar cosas en casas que no sean demasiado valiosas o buscarle a la persona con autismo un espacio más o menos diáfano donde él pueda correr o balancearse sin romper cosas.

• Si juegas con tu hijo y se ha hecho mayor, intenta moldearle en el juego y enseñale que no es bueno golpear, morder, arañar, y que eso no son muestras de cariño. En nuestro caso, cuando Lucas pega como muestra de cariño, paramos de jugar, le miramos firmemente y le decimos: no, eso no es cariño. NO se juega más.

Evidentemente miles de cosas se pueden hacer para ir enseñando a nuestros hijos a crecer sin ponerse en peligro ellos y sin poner en peligro a los que están a su alrededor.

Reflexiones de una persona con autismo

 


Fotografía: David Martín