Se acabó el año, pero no se acaban mis ganas de cruzar ríos llenos de esperanzas. No se acaban las que me llevan a ser igual que tú; a tener las mismas oportunidades que tus hijos, ni más ni menos sólo las mismas.

Se terminan los días largos pero pronto volverá el sol a brillar hasta tarde. Se terminan abrazos al aire y petardos que hacen temblar las paredes de la poca solidaridad. Se acaban consejos en la barra del bar y nacen las oportunidades de amor en las miradas de los adolescentes que se asoman al balcón del amor.

Quizás se acaba la vida y las dudas de saber si has obrado bien. En vida las caricias y los te quiero; en vida, pues después sólo es el jarabe para que no le suba la fiebre a la culpa y al haber podido hacer las cosas de otra forma.

Se acaba tu mirada y con ella se van las tardes arropado en tus brazos. ¡Todo se termina! es condición humana.

Se acaban los conceptos de haber intentado ser un buen hombre y de haberlo conseguido. Eso te llevas. La honradez y la honestidad de haber vivido una vida con el sentido de haber querido y sentirte querido. Sin aspavientos sin grandes elocuencias, pero todo se termina.

Se acaba el baile y el bar de la vida está a punto de cerrar. Aunque quieras tomarte la penúltima tienes que irte. Y avanzas por la calle oscura y fría pero tu semblante me dice que ya no volverás. Eso sí, bailaste lo mejor que sabías sin pisar nunca a tu pareja y mirando a los ojos de la persona amada como lo hace un caballero.

Hoy he visto cómo se está terminando un viaje y como está empezando otro sin ti. Pero hoy sé que algún día cuando llegue a mi última estación me estarás esperando pues sellaste un pacto y siempre fuiste fiel a ellos. Siempre te llevaré conmigo. Hasta siempre y recuerda nos vemos en la última estación.

Pero ese día, SILENCIO, te quedarás con tus maletas esperando pues el que no iré seré yo. Estaré hablando con mi familia, mis amigos y con los que confiaron en que siempre diría mi primera palabra.

Y así te podré decir ¡¡Hasta siempre!!

-Reflexiones de un autista.

 


Fotografía: David Martín