¡No me mientas!
Al igual que a otro niño, no me hagas promesas que no vayas a cumplir.
No te protejas con el paraguas de “como no se entera”, porque repito, no conoces lo que comprendo y lo que no comprendo.
Haz conmigo lo mismo que harías con cualquier otro niño. Si me ves y me dices que la próxima vez que me veas me vas a dar una chuche, procura tener un buen caramelo a mano cuando el destino se encargue de juntarnos de nuevo.
Mi familia está cansada de verdades a medias y yo también.
Has de tener en cuenta que tenemos la piel muy fina en este sentido. Cualquier cosa que no estés convencido que puedas cumplir mejor no la digas, porque las promesas incumplidas respecto a mí, tienen un efecto demoledor en el seno de mi familia. Para mi familia, una promesa conmigo es una bocanada de aire fresco y algo tan simple como ¡la semana que viene voy a pasar a ver a Lucas! de no ser cumplido les ocasiona un efecto complicado de explicar.
Aparecen los fantasmas de la no integración o de que no me quieres ver porque te molesto, cuando a lo mejor es tan sencillo como que ese día no te apeteció moverte de tu casa. Por eso, cuando vayas a comprometerte a algo conmigo, mide muy bien las palabras, pues un incumplimiento de tus acciones futuras comprometidas conmigo, serán la gasolina que prenda en mis padres la hoguera de los pensamientos negativos.
Tampoco es necesario que cada vez que digas algo conmigo hagas un pacto de sangre y tengas que cumplir todo lo que dices, pero no vayas vomitando con mi familia cosas que de antemano sabes que serán imposibles.
Por último, no mientas sobre cosas obvias que mis padres conocen y saben mejor que tú: si me quedo contigo, cuando lleguen mis padres no digas: ¡¡Ha dicho mamá!! ¡¡Ha dicho mamá!! Ten en cuenta que si eso es mentira, sacas el cuerpo de mis padres al precipicio de las expectativas y su tarro de expectativas no cumplidas ya está suficientemente lleno.
Y sobre todo, jamás me digas que me quieres si no es así, pues te prometo que lo notaré.
Sólo con la verdad podremos construir el puente que nos una.
-Reflexiones de un autista.
Fotografía: David Martín
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