¡Empieza el cole ya!
Cuando regresas al colegio y hablas con los padres que tienen una hija o un hijo con TEA, te das cuenta lo diferente, que no peor ni mala, es nuestra vida. Las preguntas nunca son: ¿Dónde habéis estado? ¿Qué tal lo habéis pasado? ¿Os ha hecho buen tiempo? Las preguntas siempre son ¿Qué tal ha estado tu hijo? ¿Se lo ha pasado bien? ¿Se ha portado bien?…
Las familias tenemos tan claro que estando bien él o ella estamos bien todos, que siempre se pregunta por la persona con TEA. Da igual el resto.
Y en la reunión de padres, te sigues dando cuenta que hay un mundo de las personas TEA, donde se habla de otra manera, de otra forma. Donde los objetivos son totalmente diferentes: nuevos métodos para mejorar la recogida de medicamentos, enseñar a cortar las uñas, enseñar a dejar que el niño deje que alguien le meta la mano en la boca para poder ir al dentista y un largo etcétera donde no existen los sobresalientes, ni los aprobados, donde solo existe si se han conseguido o no los objetivos propuestos.
Un mundo educativo donde todos los implicados se enfocan a que una persona sea capaz de pedir él solo un vaso de agua, o sea capaz de colocar los platos para comer en una mesa. En ese mundo “tú hijo saca mejores notas que el mío”, no existe. Nadie te habla de las notas. Te hablan con orgullo de cómo su hija o hijo es capaz de que le corten ya el pelo sin entrar en rabieta o auto agredirse.
Aquí no existen los cocientes intelectuales, ni los vagos que no estudian; aquí, todo el mundo da lo máximo dentro de sus posibilidades para alcanzar objetivos. Y cada uno a su ritmo. En el colegio de mi hijo son capaces de intentar que cada niño avance en la medida de sus posibilidades.
En este mundo escolar, hay logopedas, psicólogos, Servicio de Asistencia a Familia, y profesionales que se enfocan en que mi hijo sea capaz este año de comer sentado, coger una cuchara y no comer con las manos, a no morder cuando se pone contento. Creo que estos objetivos no se parecen en nada al mundo educativo al que estamos acostumbrados.
Ahora bien, siendo diferentes, no son mejores ni peores. Yo los intento encajar SIMPLEMENTE como diferentes, y no me pongo a pensar: mi hijo nunca irá a la Universidad, mi hijo nunca tendrá notas, mi hijo no sabrá escribir…, todas esas cosas, mi mujer y yo las dejamos atrás ya hace muchos años. En este momento de la vida, me interesa más que mi hijo aprenda a dar un beso a que saque un sobresaliente en Ciencias Naturales. Es bastante cierto que lo primero lo puede conseguir y lo segundo nunca podrá, soy consciente de ello, pero empiezo a dudar sobre si me hacen más ilusión las notas de mi hijo el mayor, o que me digan que mi hijo el pequeño ha dado un abrazo.
Lo que te quiero trasladar, es que tomes todo esto desde un punto de vista positivo y no cometas el error de comparar y de centrarte en las cosas que no podrá hacer tu hija o hijo; intenta tomar su ritmo de aprendizaje como es y disfruta de los pequeños logros que llevan a tu hijo a estar más cerca de los objetivos.
Reflexiones de una persona con autismo
Fotografía: David Martín
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