NO sé qué le pasa, pero le noto triste. Sus cosquillas no huelen igual que siempre y su cara está cansada.

Yo sé que tratar conmigo no es fácil, pero tienes que decirle que cuando rompo algo no es esa mi intención. Yo no veo las cosas como vosotros. Para mí la cortina azul del salón no es una cortina, es la liana de la que me puedo colgar para llegar hasta la mesa donde coméis con los amigos, que es mi casa de madera en la copa del árbol.

¡Anda!, dile que no esté triste.

Cuando yo vuelvo de nuevo a hacerme pis es que algo me ha pasado. ¿Qué os creéis que a mí me gusta ir mojado por la calle? Lo que pasa es que no os lo puedo contar. Ni puedo, ni vosotros lo entenderíais.

A veces, solamente porque en lugar de llevarme al parque de siempre decidís irnos a dar un paseo rompéis mi rutina y eso, que para ti es un hecho nimio, para mí es la ruptura total de mi mundo que se basa en la rutina y en estar siempre en entornos conocidos por mí.

¡Habla con él y dile que no esté triste!

Si lo que le preocupa es mi futuro, dile que no sufra y que lo vea igual que el de mi hermano. El hecho de mirar el futuro crea incertidumbre y ansiedad al imaginar escenarios probables que probablemente nunca sucederán como imaginas.

Dile que se sitúe en el presente conmigo. Que baile conmigo como lo hizo ayer. Que juguemos a intentar darme abrazos y yo salir corriendo. La vida es un juego para mí y siempre lo será.

¡Dile que no esté triste!

Que mande a pasear a esos pensamientos radicales: mi hijo nunca hablará, mi hijo nunca sabrá cruzar una carretera… dile que eso no lo sabe él, ni nadie. Que se empiece a hablar a sí mismo con un lenguaje menos lleno de “nuncas” y de “siempres” y más repleto de “seguros” y de “estoy convencido”. Todo empieza en el lenguaje contigo mismo. Que le limpie la cara y que aprenda a comunicarse consigo de otra manera. En eso yo soy un experto

¡Que no esté triste!

Que yo me entero. Que yo me doy cuenta. Que cuando me da un beso de esos que yo esquivo, veo de cerca su cara y veo surcos que antes no veía. Que no se me escapa nada. Que tiene que tener en cuenta que su estado de ánimo y el mío van de la mano. Que quiero que esté alegre y yo lo estaré más. Siempre más en las cosas positivas.

Por favor, ¡dile que no esté triste!

Que hago todo lo posible por comunicarme. Que es cierto que no hablo, pero también es cierto que cuando quiero algo siempre acertáis… ¡no creáis que sois muy listos!, jejejej, es que sé comunicarme. No como os gustaría, pero sí sé hacerlo. Practico todos los días en hacerme entender y sé que vosotros comprendéis mi sistema de comunicación. Por lo tanto que no sufra por mi habla pues ya he empezado a dar abrazos. Hace seis meses ni sabía qué era eso. Con lo cual que no pierda la esperanza de que un día se levantará y le diré Papá.

Por último, dile que deje pasar a la tristeza; que ni la mire ni le hable ya que no es buena pareja para ir al cine con ella. Las películas que podrá ver son sólo de miedo y a mí no me gustan. Me encantan las comedias y me encanta cuando nos reímos y bailamos juntos.

Que sé que es humano, pero que no descanse mucho en los brazos de la “señora tristeza” que sólo nos puede llevar a todos por caminos sin árboles y ríos de agua negra.

Y dile que le quiero, que un día me levantaré y seré yo el que se lo diga. Que tenga paciencia.

-Reflexiones de un autista.

 


Fotografía: David Martín