Mi hijo hoy ha pegado al padre de otro niño del colegio. El hombre se sentó a su lado, se giró para darle un beso a su hijo, ofreciendo su espalda a mi hijo; fue un segundo, no pude intervenir, le dio un manotazo con la mano abierta en mitad de la espalda que al tiempo que le dolía al señor, me dolió a mí por ser la primera vez que ocurría.

Una vez afirmé que los niños con autismo no agreden y quizás a esta afirmación le faltaron algunas que otras aclaraciones, no agreden con intención, o al menos con la intención que nosotros entendemos como normal cuando se quiere hacer daño a otra persona. Mi hijo no quería hacer daño a este señor, quería llamar su atención. Quería quizás poder hablar con él, pero está claro que la manera en la que lo hizo no fue correcta, y en esta ocasión no cabe disculpar su actuación afirmando que el autismo es otra manera de ver el mundo, cuando se habla de golpear al otro, no caben disculpas.

 

La cosa no fue más allá, se quedó ahí ya que el hombre se comportó de forma educada y amable, de hecho cuando increpé a mi hijo por lo que había hecho, me dijo que no me preocupara, que estuviera tranquilo, que son cosas que pasan y que no le diera la mayor importancia.

Y del altercado en cuestión, saqué mis pequeñas conclusiones:

  1. Que no siempre puedes evitar, como cuidador de tu hijo, que la lie. No estás preparado para estar pendiente segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora los 365 días del año.

Es decir, hay momentos en los que tu hijo o hija la montará, y por miles de variables que imagines, no podrás evitarlo: no llegarás a tiempo, te paraste a ver el móvil, hablaste con un vecino, etc.

El trato de atención que dedicamos a nuestros hijos o hijas con autismo es altísimo y esto hace que al final suframos por agotamiento y nuestra atención baje. Es humano, y nosotros lo somos. Debemos perdonarnos cuando algo así ocurra, sin evadir nuestra responsabilidad como padres pidiendo disculpas, pero sin autocastigarnos demasiado.

  1. Que la gente habitualmente en un 99% de los casos es maja, encantadora, maravillosa.

Nunca hemos tenido ningún problema con nuestro hijo y las ha liado algo gordas te lo garantizo. Sin embargo, la gente siempre ayudó, siempre sonrió, o siempre nos dijo: tranquilos que no pasa nada. No debemos poner oídos a ese 1% que le molestan los gritos de una persona con autismo o que mira con cara de asco. La gente es habitualmente y por regla general maravillosa, o por lo menos en nuestro caso siempre ha sido así.

  1. Una vez dicho lo dicho en los puntos anteriores, no debemos de relajarnos.

Sabiendo que podemos estar cansados y que la gente no hará nada desagradable, lo que sí tenemos que hacer como padres es intentar que nuestro hijo o hija se integre de la mejor manera posible con el resto de personas con las que interacciona en el día a día. Hay que explicarles que hay conductas que no se deben de tener, por ejemplo pegar. No nos debemos excusar en que no entiende o que lo hace sin mala fe. Una conducta de pegar a alguien debe de ser modificada y explicada a nuestro hijo, tenga o no tenga autismo, como una conducta que nunca debe realizar. Si mi hijo, que es una persona con autismo, lo hiciera mil veces, mil veces le regañaría y mil veces intentaría modificar dicho comportamiento. Y si no podemos solo intentar pedir ayuda a los profesionales nunca viene mal.

Bueno, pues ahora mi hijo ve a ese hombre todas las tardes y se sienta con él igual que la vez que le golpeó. Lo primero que hago es mirarle y decirle: no se hace lo que hiciste, y me pongo alerta para que no vuelva a suceder.

Recordemos que el aprendizaje se fortalece con la recompensa, y para nuestros hijos si ejecutan una conducta que no tiene consecuencias, esa es la propia recompensa; si no le decimos nada, probablemente estemos contribuyendo a que la conducta se implante en su aprendizaje y luego sea mucho más difícil actuar para su modificación.

Y hoy me despido de ti con una palmada en la espalda, pero de las que dan cariño, sin fuerza… con mucho amor…

 

Reflexiones de una persona con autismo