Me tienes que querer como quieres al sol cuando estás en la playa en agosto, como cuando ves nacer las primeras flores en primavera.

Me tienes que querer con la paciencia que tienes cuando vas al pediatra de la Seguridad Social, como cuando te traen un aperitivo y parece una ración.

Me tienes que querer como cuando te quitas los zapatos de tacón después de una boda, como cuando ves a un anciano solo caminando por el parque.

Me tienes que querer como quieres a tu mascota, como cuando ves que se acerca un socorrista mientras sientes que te ahogas en el mar.

Me tienes que querer como se quieren en la película CasaBlanca, como cuando estás esperando una cola muy larga y abren una caja nueva y te pones el primero.

Me tienes que querer sin acercarte a mí, pero a la vez dándome abrazos de los que duran más de la cuenta.

Me tienes que querer sin prisas, pero con pausas cortas, como cuando queda poco del buen vino y alguien pide una botella más.

Me tienes que querer lanzando besos que si no me dan que me pasen bien cerca, como cuando conociste a tu mujer, con la que celebras las bodas de plata.

Me tienes que querer con la alegría de las casetas de la Feria de Abril y con el respeto que los padres tenemos que dedicar a los maestros, como cuando estás preparando el viaje de tus sueños, la cena con tu enamorada o el mejor regalo para tu hijo.

Me tienes que querer sin esperar nada a cambio y a cambio yo te querré tarde o temprano, como la luna quiere a la noche, el sol al día y la lluvia al río.

Me tienes que querer sabiendo que es el único camino que te llevará a ser una persona completa, como el niño que entra en la tienda de golosinas, como el actor al que eligen en el casting para hacer su primera película.

Me tienes que querer, simplemente… me tienes que querer.

La diferencia, entre los que me quieren o no me quieren, es simplemente la aceptación de la diferencia. Se diferente y quiéreme como el que más.

 

Reflexiones de una persona con autismo