Los milagros con el autismo son fáciles de decir, pero sólo los poco inteligentes lo hacen.

Decir que haga una dieta alta en hierro porque has oído a tu vecina de en frente que eso le funcionó a un sobrino del conserje de su trabajo, es una broma de mal gusto para mí y para mi familia.

No me hables de cámaras hiperbáricas que harán de mí un universitario digno de mención en la entrega del título.

Ya no te cuento de hablarme de curanderos o de que existe un señor en no sé qué barrio de Leganés que si me lee el iris hará que diga mis primeras palabras.

El autismo es un síndrome. Y mis padres ya hacen todo lo que tienen que hacer para darme calidad de vida. Me tratan en los mejores hospitales de la Comunidad de Madrid, voy a uno de los mejores colegios especializados en autismo y tengo a mi disposición todas las ayudas personales necesarias para hacer que mi día a día sea menos complicado para todos.

El autismo no se cura, de momento. No sé en el futuro, eso lo dirá la medicina, la neuropsicología y en definitiva la investigación de todos los profesionales que dedican el día a día a trabajar en el futuro del síndrome.

Te advierto una cosa: como te acerques a mi familia diciendo que hay un tío que lee los posos del café y que así sabe lo que me va a pasar, voy a pedir un Aquarius de limón y unas aceitunas al camarero y te voy a contestar que según queden los huesos de las mismas en el plato, me indicará cual es el mejor camino para mandarte a la mierda.

Dejemos que los médicos hagan su trabajo y tú y yo dediquemos nuestro tiempo a hacernos felices mutuamente.

-Reflexiones de un autista.

 


Fotografía: David Martín