Ella abrió el camino.

Ella fue la que nos contó cómo se llaman unas tarjetas con un dibujo: pictogramas.

Ella cogió a nuestro hijo de la mano siendo muy pequeño y le llevó al mundo de la comunicación diferente. Las tardes que venía a casa se inundaban de ¡¡¡UN BIEN LUCASSSSSSS!!! que luego nosotros repetíamos durante días intentando imitar lo que a ella le salía de manera natural.

Ella fue nuestra acompañante en los primeros pasos de este camino tan duro que es el autismo. Es pura vocación. Excedía sus horarios y mantenía con nosotros reuniones normalizando la situación y dándole una naturalidad, que ahora desde la lejanía entiendes que es un claro ejemplo de integración para personas diferentes; cosa que Ella nunca dijo de Lucas.

Acudía por las tardes a enseñarle midiendo sus posibilidades y llevándole al máximo que podía. No tenía pretensiones, simplemente la de sacar el máximo jugo posible al poco tiempo que disfrutaba con él.

Ella inundó el baño, la habitación y la cocina de pictogramas, creando un mundo en el que nos podríamos comunicar con nuestro hijo. Es una creadora de mundos de comunicación, una entusiasta nata y una mujer llena de vitalidad que no se va a rendir para dedicarse a lo que más quiere en este mundo: enseñar a personas con autismo.

Para ella la paciencia no tiene límites y las horas que pasa con personas con autismo tienen mucho más de 60 minutos. No valoraba el dinero. Pero sí valoraba que mi hijo le hubiera mantenido la mirada 5 segundos o hubiera permanecido sentado un poco más que ayer.

Realmente no sé si nuestro hijo recordará algo de ella, pero lo que sí es cierto es que en nosotros dejó una huella imborrable que como pasa con muchas cosas en esta vida, no hemos sabido valorar hasta que ha pasado el tiempo y hasta que se fue para ejercer su otra gran pasión: ser madre.

Estas son las personas que necesita el autismo. No personas que se montaron en el carrusel de la vida y por casualidad terminaron trabajando con personas con autismo. Estas personas nacen y no se hacen.

Se les nota. Estas personas cogen el autismo que sabe mal, lo echan en una coctelera y le echan un poquito de optimismo, un pellizquito de pasión, hielos de amor y mucho mucho esfuerzo, lo baten bien y se lo toman. Y por eso, cuando te lo dan a probar el autismo ya sabe a otra cosa.

Y vas cumpliendo años, y te vas dando cuenta de muchas cosas en las que antes no caías. Y ahora con mi edad, con mi experiencia de padre, le doy la importancia realmente a ella, que nos miró a los ojos y nos hizo comprender que la diferencia no es motivo de desesperanza ni desilusión. Que simplemente es otro camino el que hay que seguir para llegar hasta nuestro hijo. Sus consejos no se nos olvidarán nunca y por supuesto ella ha pasado a ocupar un espacio ya en nuestro corazón como familia que nada ni nadie podrá arrebatarle. Y lo mejor de todo, es que ella nunca tuvo esa pretensión; su único objetivo, en el que se enfocaba, era en que nuestro hijo Lucas encontrara el camino para comunicarse y tener una vida mejor.

Hoy, no hablo yo solo, sino que le hablamos a ella como familia y le queremos expresar nuestra más profunda gratitud, diciéndole que hizo un buen trabajo con nuestro hijo Lucas y que ningún miembro de esta familia olvidará su gran labor.

¡¡Ahhh!! se me olvidaba el nombre y su profesión y cómo es, pero todo eso da igual.

Carolina sabe que hablamos de ella…

Gracias de todo corazón por lo que hiciste por nuestro hijo Lucas y por nosotros, en los momentos más difíciles que hemos pasado en nuestra vida.

Jamás te olvidaremos…

-Reflexiones de un autista.

 


Fotografía: David Martín