Me sonrío cuando me dicen que están cansados de discutir con sus hijos. ¡Ojalá yo pudiera aunque fuera sólo un poquito!

Me sonrío cuando me dicen que están cansados de hacer deberes con sus hijos. ¡Ojalá mi hijo trajera, aunque sólo fueran unos poquitos!

Me sonrío cuando me dicen que están cansados de llevar a sus hijos los fines de semana a jugar al fútbol. ¡Ojalá pudiera yo llevarle a jugar, aunque fuera sólo un poquito!

Me sonrío cuando se quejan: es que mi casa siempre está lleno de los amigos de mis hijos. ¡Ojalá vinieran a la mía los amigos de mi hijo, aunque fueran poquitos!

Me sonrío cuando alguien se enfada porque su hijo ha roto un jarrón. ¡Ojalá el mío dejara de romper cosas aunque fuera sólo un poquito!

Me sonrío cuando los padres se enfurecen porque sus hijos nos les hacen caso. ¡Ojalá el mío me hiciera caso sólo un poquito!

Me sonrío cuando me dicen que están viendo la misma película una y otra vez. ¡Ojalá yo pudiera ver una película con el mío, aunque sólo fuera un poquito!

Me sonrío cuando me dicen que están cansados de ir a los restaurantes con sus hijos siempre. ¡Ojalá yo pudiera ir a comer y que mi hijo se quedara quieto sólo un poquito!

Y me sonrío, y me sonrío, y sigo sonriendo ante quejas, malas caras, reproches de sus hijos que me cuentan sin medir y sabiendo que me están contando cosas que yo jamás podré hacer con el mío. Es como si le dijera a una persona con discapacidad física que estoy muy enfadado conmigo mismo porque en la carrera del sábado no hice el tiempo que quería en los diez mil.

No digo que no me cuentes cosas de tus hijos, pues sería del genero tonto y además me interesa; me gusta saber cómo están, sus avances, sus relaciones con los demás,… pero deja que lleve yo la batuta de la conversación. Porque al igual que casi siempre me preocupa y me interesas tú y tu familia, porque os quiero y somos amigos, hay días que no me importa nada que me digas que tienes un problema con tu hijo el mayor porque no sabe si pintar el dibujo con ceras o con lápices normales.

Detecta cómo me encuentro, realmente no pasará nada si no lo haces, pero simplemente le estarás contando algo que es importante para ti a un árbol, al que ni le va ni le viene. Y eso no es bueno ni para ti ni para mí.

Mide y detecta como me encuentro, es una cuestión de sentido común. Y ante la duda, repliega. Ante un gesto mío que no te cuadre o mi falta de atención sobre lo que cuentas, cambia de tema, pues has tocado una tecla inadecuada en la melodía que construimos como amigos. Y como dijo un amigo hace tiempo, hay que ser listo y darse cuenta de cómo y cuándo contar las cosas.

A lo mejor con el autismo es más difícil, pero imagínate que te encuentras en el ascensor con tu vecino que ha tenido cirrosis por abusar del alcohol y le dices: buenos días, estas navidades nos vamos a poner de vino hasta las cejas. Vamos a quedar toda la familia y venga a beber y venga a beber. Y como dice mi cuñado, no te fíes de aquel que no beba vino, que no es buena persona. A propósito, ¿te apetece luego unas cañas y una partida de mus con unas buenas copas…?

¿Te chirría verdad? ¿Qué pensaría tu vecino que ha tenido la enfermedad hepática?

Por favor, vamos a medir… y todo fluirá mucho mejor…

-Reflexiones de un autista.

 


Fotografía: David Martín