¿Cuántas veces me despertaste a mitad de la noche y nunca dije nada?

¿Cuántas veces recogí el vaso de agua que tiraste y lo hice de buena gana?

¿Cuántas veces me hiciste correr detrás de ti y te tuve que parar antes de que cruzaras la calle poniendo en peligro tu vida?

¡Dime! ¿Cuántas veces nos miramos e intento imaginar lo que piensas?

¿Cuantas veces me peleé reclamando cosas para ti en ventanillas de la administración que solo me escupían con desdén: vuelva Vd. mañana?

¿Cuántas veces me “pegué” en reuniones con pedagogos, psicólogos, neurólogos, profesores, directores de colegios, solo porque creía que defendía cosas buenas para ti?

¿Cuántas veces lloré yo solo, sin que nadie me viera, por la pena que no sabía digerir y que me iba consumiendo por dentro?

¿Cuántas veces tuve que callarme, para no liarla, con la familia, porque estaban diciendo cosas estúpidas que hacían entender que no saben lo que es el autismo?

¡Venga! ¡Piensa! ¿Cuántas veces me quedé mirándote esperando a que tu mirada se fijara en mí y no estuviera dispersa?

¿Cuántas veces quise ir contigo de la mano paseando por la calle sin que fueras dando a la gente con tu mano y cogiendo cosas del suelo?

¿Cuántas veces he escuchado decir cosas que me hacían daño, y he tenido que tragar lágrimas que sabían peor que las normales?

¿Sabes cuántas he pensado que podrías mejorar y que de repente una mañana te levantaras y no fueras una persona con TEA?

¿Podrías contar cuantas veces he pensado que fue culpa nuestra, que algo hicimos mal, que alguien o algo nos está castigando?

¿Cuantas veces he ido a verte a los Días de puertas abiertas esperando que cuando entraras en clase dijeras: ese es mi papá?

¿Cuántas veces he pasado por la puerta del cine pensando en lo bonito que sería ir los cuatro juntos y no solo con tu hermano como hacemos siempre?

No te imaginas cuantas veces daría todo lo que tengo y lo que soy, porque me dieras un abrazo y me dijeras al oído: eres el mejor papá del mundo.

 

Quizás nunca sepas cuantas veces te miré sin que te dieras cuenta y pensé que eras lo más maravilloso que nos había pasado nunca; que habíamos tenido una suerte increíble al haberte podido conocer.

¡Hijo mío! y todas estas veces lo hice lo mejor que pude y que supe. A veces de manera torpe e impulsiva. Otras veces fui clara víctima de la ignorancia y la desinformación. Claro que, sobre el autismo nadie te enseña.

¿Sabes quién nos enseña a entenderlo, a comprenderlo y a luchar? . Eres el gran maestro para nosotros y lo hacemos lo mejor que podemos. Nunca estuvimos preparados para esto y ponemos nuestras mejores voluntades a la hora de procurar lo mejor para ti, sin duda alguna en ocasiones nos confundimos.

Pero sabes hijo ¿cuántas noches me acuesto a tu lado y te digo: Te quiero mucho, y espero un “Y yo a ti…” que de momento no llega…?

¡Pues querido hijo! Todas las noches desde que naciste, y así lo seguiré haciendo SIEMPRE.

TE quiero Lucas.

 

Reflexiones de una persona con autismo.


Fotografía: David Martín