EL AUTISMO Y EL COVID

 

Nos enfrentamos de nuevo en mi casa a un confinamiento por contacto estrecho de mi hijo que, como muchos sabéis es una persona con autismo. Es el 6 que sufrimos, si, si, 6 veces nos lo han devuelto del colegio además de los confinamientos que hemos sufrido todos. Lleva 8 PCR, más creo que 4 pruebas de antígenos, es decir 12 palitos por la nariz. Cuando ve a una bata blanca, ya puede ser médico enfermera, o celador, empieza una verdadera odisea en la que hacen faltan muchas, muchas, manos para poderle hacer una prueba que en su ejecución no es nada complicada. Otra cosa es que te duela o no, pero difícil de hacer no es.

 

Esta vez, hasta el miércoles no le haremos PCR y no sabremos hasta jueves/viernes si es o no positivo. De momento se ha librado en todas las ocasiones. Gracias a Dios o a Darwin.

 

Esta vez de nuevo nos enfrentamos a 7 días mínimo o a 10 en el peor de los casos. Y no cuento esto desde la desesperación más absoluta, y para dar pena a nadie. Pues ambas cosas lo único que añade es más ruido mental a mi cabeza.

 

Lo digo porque ya estamos cansados. Muy cansados. Esto es como el boxeador que cae una y otra vez, y llega un momento en que quiere y desea o que le noqueen directamente o que se acabe el combate.

Tratándose de los hijos la primera opción no existe. Es decir, esto no nos puede noquear. Y la segunda, que es que termine el COVID, parece estar muy lejos.

 

Pero ante este escenario que es un poco gris, y duro, o añádale la palabra “muy” y se trataría de un escenario muy duro y muy gris, solo nos queda seguir cogiendo aire y levantarnos de la lona. Sin embargo, es verdad que cada vez nos levantamos menos fuertes.

 

Pero además de esto que entiendo es el pan nuestro de cada día en muchas familias del mundo entero, súmale: trabajo, otro hijo, casa, familia, problemas normales con tu pareja, etc, es decir súmale los “pequeños inconvenientes que tiene vivir”.

 

Y sé que a estas alturas, si has llegado hasta aquí, ya te estarás preguntando, pero bueno y si no quieres mi pena, mi lástima ¿Qué coño quieres? ¿Para que cojones me cuentas esto que en definitiva no es problema mío si no tuyo? Pues ahora lo entenderás.

 

Pues para que cojas este texto y se lo leas a alguien que ha perdido a un ser querido por el Covid, que ha perdido su trabajo, que no puede dar de comer a sus hijos, o que le van echar de su casa…….y resulta que esa persona al cual no conozco, y por el cual no tengo pena, ni tristeza, únicamente me gustaría poder ayudarle, daría un brazo por cambiar su situación por la mía, en la que sigo teniendo a mi lado a todos mi seres queridos, y comemos bien, y dormimos en camas calentitas, con el frío que hace fuera.

 

Por ello creo que para salir de ésta, solo podemos pensar en dos cuestiones fundamentales que muy a menudo se nos olvida: Primero que por mal que estés hoy, en un segundo puedes estar peor y segundo que hay gente peor que tú que tira para delante, y cada vez que se levanta de la lona, no sólo se levanta más fuerte si no con el convencimiento de que ganará el combate.

 

Por lo tanto, no sé quien nos ha puesto esta prueba a la humanidad entera, si habrá sido Dios, Darwin, el universo, o los Dioses Romanos, pero desde luego para salir de esta solo tenemos un camino para salir adelante. Ayudémonos entre nosotros y sobre todo a aquellos en los que la desgracia se ha cebado de lleno. Que a veces a pesar de que lo nuestro es duro, hay mucha, mucha, mucha gente que está peor. Y solo tejiendo una red de ayuda humana, podremos salir adelante.

 

Y el mensaje es propicio para lanzarlo ahora que estamos en estas fechas tan señaladas, y que seguro que estamos más preocupados por no comer con nuestra familia que por obrar con responsabilidad y que no se contagie más gente.

 

Con mis mejores deseos, te dejo QUE PIENSES CON FIRMEZA en el mantra que mi hijo cada día me dice y que despierta en mi seguir en el combate: ¿SE PUEDE? CLARO QUE SE PUEDE.

Feliz Navidad.