Muchas veces te sientes sola, muy sola, y no ves consuelo en dicha soledad.

NO es una soledad escogida, es una soledad que vino de la mano del autismo.

Imagino la sensación de estar en una avioneta y que de repente, alguien te empuje. Llevas un paracaídas puesto, pero te dijeron que nunca lo tendrías que usar, que era solo por precaución. Y de repente estás cayendo al vacío, preguntándote ¿Qué demonios ha pasado? Sabes que llevas un paracaídas, y que no morirás, pero la sensación de miedo y de incertidumbre es tan grande que no sabes ni porqué estas cayendo.

Y tardas algo de tiempo en darte cuenta que realmente estás sol@. Y esa sensación te ahoga y te asfixia. Miras a tu alrededor y no ves nada más que vacío y nubes negras.

Sin embargo, pasa algo de tiempo, y empiezas incluso a “disfrutar” de la caída, de repente empiezan aparecer “otros paracaidistas”, que al igual que tú, fueron empujados de sus respectivas “avionetas”.

Y si les preguntas por el nombre de sus aeronaves , se repetirá una y otra vez: “MI PROPIA VIDA”.

Y realmente no sabes ni cómo, ni cuando sucede.

Pero ocurre. Llega un momento en el que empieza a gustarte esa manera de surcar los cielos.

Empiezas a descubrir, que no te pareces a la gran mayoría de los padres y madres.

Que eres uno de los elegidos del ejército azul. Y a base de desayunar, comer y cenar, “miedo”, te haces un guerrero fuerte. Un guerrero al que ya no le da miedo saltar de avionetas, que se llaman: trabajo, familia, amigos, y un largo etceterá de saltos que tendrás que dar.

Un guerrero, que “sabe cómo gestionar el miedo” y sobre todo que sabe priorizar y no pararse en cosas nimias y sin importancia. Y lo has aprendido, porque cuando otros le dicen: “NO veas por la que estamos pasando, hemos tenido que dar un salto de un metro”….tú piensas, yo salté desde 6000 metros y sigo cayendo. Un metro no es nada.

Pero además es tan majestuoso lo que te pasó, que no sólo has aprendido a priorizar, y a no darle importancia a los pequeños saltos, si no que has aprendido a respetar a todo aquel que salta. Independientemente de la altura de su salto. Porque sabes que lo importante es saltar, y no quedarse quieto en la avioneta de “MI PROPIA VIDA”.

Y justo en ese momento de serenidad y de toma de conciencia, es cuando empiezas a disfrutar del paisaje. Es cuando esas nubes que eran negras empiezan a ser grandes algodones y en el horizonte empieza asomar el sol.

Y es cuando si alguien mirara desde abajo verá la silueta del sol, y cientos de padres y madres con sus paracaídas azules, sonriendo, porque saben que ellos, solo ellos pueden volar sin alas.

Y porque saben que la vida, ya no es caer y tocar tierra. Que la vida es mucho más. Que la vida es sacar adelante a sus pequeños, que les van a necesitar mientras estén aquí.

Y por eso cada vez que alcancen el suelo, recogerán su paracaídas. Lo doblarán, lo plegaran y se montarán en seguida en su avioneta, preparándose para el siguiente salto.

Solo que esta vez, nadie les empujará. Saltarán con una sonrisa en la boca, y sabiendo que lo que han de hacer es disfrutar de su “salto” porque el suelo siempre estará ahí.

Jamás nadie podrá gozar como ellos de su propia avioneta.

Reflexiones de un autista.