Estoy cansado, muy cansado. Yo sé y entiendo que la gente lo hace de corazón, y realmente no es culpa suya que, cuando quieran reconocer por lo que pasamos las familias con un hijo con autismo, lo hagan a veces de una manera tan repetitiva y monótona que ya no tiene ningún efecto en nosotros.El elogio, si es repetitivo, frío, monótono y siempre el mismo, deja de perder la posibilidad que ha de tener y se convierte al final en una “coletilla”, cuyos efectos no importan a nadie.

Ya he oído muchas veces: ¡Ya, ya me imagino por lo que estáis pasando! ¡Es que es una pena por lo que estáis pasando! … y frases muy parecidas que realmente a mí ya no me alivian. Tampoco me enfadan, que conste, pues sé que están dichas con el mayor cariño posible, y muchas veces expresadas por gente que desea decir algo y no sabe que decir a alguien que tiene un hijo que es una persona con autismo.

Se me ocurren dos ejemplos, que sí “me llegaron a la patata” como dice mi hijo el mayor:

El primero fue con una compañera de trabajo. Estábamos los dos solos. Callados. Concentrados en nuestras tareas. Ella haciendo lo suyo, y yo disimulando como hacía muchas veces en el anterior trabajo. De repente, empezó con la siguiente frase, al tiempo que levantaba la mirada y buscaba mis ojos:

-¿Sabes Fran tengo que decirte una cosa muy importante?

Evidentemente captó mi atención en el primer segundo, le respondí:

-Sí, dime, ¿qué ocurre?

-Mira, pienso que padres como vosotros sois unos superhéroes, os admiro plenamente. Con lo difícil que es criar a un hijo y vosotros tiráis hacia adelante siempre con una sonrisa y con ganas de reír. Sinceramente os admiro, sois lo que yo llamo unos SUPER-PAPAS.

No sabía qué decir, la verdad. Y dijo mirándome:

-Simplemente te lo digo para que lo sepas, que sois admirables.

Le di las gracias de todo corazón, y le dije que esas palabras me habían emocionado, que era de las pocas veces que de verdad había sentido que alguien admiraba mi labor. Me levanté y le di dos besos. Así terminó la escena.

El segundo fue hace poco. Un buen amigo de la familia le dijo a mi mujer:

-Mira, ni puedo llegar a imaginarme por lo que debéis de estar pasando con vuestro hijo. Decir, que os entiendo y que me lo imagino no sería del todo cierto. Pero de lo que sí estoy seguro, es que lo estáis haciendo fenomenal, pues a Lucas se le ve contento y feliz y opino que este es el objetivo de cada padre independientemente de la condición de su hijo.

Pues sí, estas dos formas son bellos reconocimientos, porque no tienen nada de compasión mal entendida, ni de dar pena a los demás, ni de diferenciar a mi hijo del resto. Son simples, sinceros, nada pretenciosos, y esconden en su interior una verdad tan sencilla, que cuando te lo dicen explota dentro de ti con una emoción tan positiva que entiendes que debes de seguir adelante por duro que sea.

En fin, resumiendo, el reconocimiento debe de esconder una verdad simple, y debe de transmitirse de manera sincera, mirando a los ojos, y con la seguridad de que lo que estás diciendo va a llegar directamente al corazón de la otra persona.

 

Reflexiones de una persona con autismo