No me gusta la gente que desaparece porque no está de acuerdo contigo, ni aquella otra que te llenó de elogios y de repente ya no está ni en las fiestas de año nuevo, o la que no acepta que la vida cambia y que todos cambiamos con ella.  

No me gusta aquella gente que espera de ti lo mismo que esperaba cuando tenías 19 años y si no cumples sus expectativas se esfuman sin más.  

Y es que hay gente que excluye a otra gente, sin más, porque sí. 

Hay gente que excluye a su compañero de trabajo simplemente porque vale más que él o, ya en el sumun de lo absurdo, porque no se va a tomar copas cuando él lo dice.  

Hay gente que excluye a vecinos, profesores, amigos, familia, tenderos, hasta bares que, con el permiso de todos ustedes, es lo más tonto que se puede excluir.  

Por eso pienso que la exclusión va de la mano del ser humano. Siendo simplista se excluye porque en definitiva es lo más fácil. Es mucho más complicado empatizar con los demás, saber que no podemos llevar razón siempre y ayudar al otro.  

El ser humano habla mucho, habla sin conocimiento, pero amigo, cuando se nos pide que nos mojemos, que nos comprometamos, que perdonemos, que arriesguemos y en definitiva que tendamos nuestra mano a los demás, ahí se nos hace el corazón chiquito y preferimos excluir: sencillamente porque es lo fácil.  

No pretendo esconderme tras estas palabras porque probablemente yo actúe igualno soy ningún valiente, ni ningún líder al que haya que seguir, pero intento darme cuenta cuando he excluido a alguien por algún motivo insignificante, en ese momento me acerco y le pido perdón.  

Esto cuesta, y a veces no reparas el daño hecho, pero aprendes y es entonces cuando te sientes un poquito mejor, porque sabes que has obrado mal, que excluiste y con ello hiciste daño a alguien, y procuras que la próxima vez esto no se produzca.  

¡Qué duda cabe! ¡Seguiremos confundiéndonos! ¡Somos humanos! Pero lo importante es que intentemos cambiar, porque al final lo lograremos. 

 

Reflexiones de una persona con autismo