Nuestras lágrimas comenzaron con un diagnóstico, que rompió expectativas, aunque no mató esperanzas.

Nuestras lágrimas comenzaron con un diagnóstico, que cambió nuestras estrategias, pero jamás nuestros objetivos.

Nuestras lágrimas comenzaron con un diagnóstico, que nos hizo más humanos y renegar de lo divino.

Nuestras lágrimas comenzaron con un diagnóstico, en el que sentimos lo mismo que dos novios primerizos haciendo el amor……………..

 

Y vas al diagnóstico como vas a un restaurante de un país asiático. Sin saber que te van a decir, pero con la sensación de que no te va a gustar.

 

Y el diagnóstico duele. Más por ignorancia y desconocimiento que por lo que realmente significa.

 

Y te lanzan a un mundo lleno de aguas bravas y la sociedad te da un flotador pinchado, al grito de: “Paciencia, que la tempestad va a durar toda la vida”

 

Y empiezas a ver médicos, psicologós, pedagogos, neuropsicólogos, y te da la sensación que todos se despiden con la mimsa coletilla: “Paciencia”.

 

Y miles de preguntas nacen de la mierda y de la miseria humana: ¿Por qué a mi? De manera subsconciente, estás pensado: Le podía haber pasado a otro. El pensamiento contrario justo cuando oyes que le ha tocado la lotería al vecino del primero.

 

Y te dicen que estás de Duelo. Pero te cuesta entender, que el verdadero “duelo” es con el autismo. Y como buen “duelo” solo quedará uno vivo, o él o tú. Y sus armas son poderosas, pero para eso estás tú, para demostrar que tienes una arma con el que jamás podrá ganar: el amor de un padre/madre por sus hijos.

 

Ya está el diagnóstico. Y como buen diágnostico, te etiqueta a tu hijo como un niñ@ con TEA. Pero que quiere decir: ¿TEA mo? ¿TEA doro? ¿TEA caricio?. Hasta que esa tarde que llovía con agua llena de mierda, te explican que son las siglas: Trastorno Espectro Autista.

 

Te vas a tu casa, y lo de llorar es lo de menos. Realmente lo doloroso es lo desconocido del mismo. Creo que tendría la misma sensación si me dejaran en mitad del océano de noche y sin saber lo que tengo debajo de los pies.

 

Crees que no saldrás de ésta. Y que jamás ya serás el mismo. En lo primero te equivocas, en lo segundo no.

 

Y en cuanto te den el diagnostico, ponte los “guantes del amor” por tu pequeñ@ y ponte a trabajar, por él, por ti y sobre todo con él. Cada minuto que le dediques, será un minuto que estará más cerca de llegar al máximo de sus posibilidades.

 

Y nuestras lágrimas comenzaron con un diagnóstico.

 

Fdo. Padre de una persona con autismo